Las mujeres latinoamericanas frente al deterioro democrático
El deterioro general de la democracia tiene una dimensión de género específica. La expansión del autoritarismo y el populismo está siendo impulsada, no sólo por ideologías nacionalistas o iliberales, sino también por la misoginia y el conservadurismo respecto de los roles de género y el lugar que mujeres y niñas deben ocupar en la sociedad. Hoy, para muchos líderes hombres y sus seguidores, los movimientos de mujeres, el feminismo y los avances logrados en la representación política de las mujeres constituyen cambios negativos que deben ser contenidos y revertidos.
Pero ¿qué es exactamente lo que pretenden desmantelar? ¿Cuán real ha sido el avance hacia la igualdad de género en la política y la democracia en la región?
Cualquier evaluación objetiva muestra que los logros son significativos, si bien heterogéneos entre países y dentro de ellos. De hecho, América Latina ha estado a la vanguardia en la promoción de transformaciones innovadoras para asegurar la participación y representación política de las mujeres. El llamado a una “democracia paritaria” ha sido promovido por organizaciones de mujeres, académicas y políticas, ampliando los límites de los debates teóricos, constitucionales y legales sobre el significado y alcance de la democracia. Según la Unión Interparlamentaria, las Américas, incluidas América Latina, América del Norte y el Caribe, es la región con la mayor proporción de legisladoras (35,1% en la región versus 26,9% en el mundo) y de mujeres que han servido como speakers o lideres en órganos legislativos (33,96% en las Américas versus un promedio mundial de 23,88%), superando a todas las demás regiones, incluida Europa. Esto ha sido en parte producto de la temprana y consistente movilización de las mujeres para exigir una representación igualitaria, la adopción de cuotas electorales de género y la paridad de género en la legislación y las constituciones. La base de datos de IDEA sobre cuotas reporta que un total de diecisiete países en la región han adoptado cuotas legislativas, y dos, adoptado escaños reservados (Haití y Guyana).
Las mujeres también han ocupado puestos destacados de liderazgo en la región como jefas de Estado. De los 26 países del mundo que han sido liderados por una mujer, 11 están en la región latinoamericana: Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Costa Rica, Honduras, Panamá, Nicaragua, Brasil, Haití, Ecuador.
Esto ha ido acompañado de propuestas para transformar el concepto mismo de representación y democracia en los marcos constitucionales de los países, impulsando reformas para incluir el principio de paridad de género o democracia paritaria en las Constituciones de países como Costa Rica, Argentina, Bolivia, Colombia y Ecuador. Reformas que han tenido un amplio apoyo popular, como lo mostró un reciente estudio de opinión en Costa Rica; donde el 92,5% de los encuestados estuvo de acuerdo con la idea de que el país se beneficia cuando las mujeres ocupan puestos de poder político, y el 67,2% apoyó la Decisión del Tribunal Electoral de obligar a los partidos políticos a cumplir con un equilibrio de género de 50/50 en las listas de candidaturas para las elecciones municipales.
Pero la igualdad de género no es sólo el resultado de la representación política, la lucha de las mujeres por el empoderamiento y la participación. En América Latina también se ha centrado en resultados sustantivos en las dimensiones social, económica y cultural, exigiendo protección social con lentes de género, así como la transversalización de este enfoque en todas las áreas de política pública. En línea con esto, veinte países de América Latina y dos del Caribe han establecido un mecanismo estatal de género a nivel ministerial para implementar estas políticas (CEPAL). Sin duda, esto ha aumentado la visibilidad y relevancia de las agendas de género en los debates políticos y las disputas electorales.
A pesar de estos avances, como muestran la mayoría de los indicadores, la discriminación y las desigualdades de género siguen siendo generalizadas en las áreas de empleo, ingresos y normas sociales y culturales. Además, la forma en que el género interactúa con la etnicidad, raza, orientación sexual, identidad de género y la clase, ha planteado tensiones importantes para las luchas por la igualdad y los mecanismos institucionales diseñados para promoverla. A esto se suma el desafío de enfrentar la violencia de género, incluida la creciente violencia política y la violencia virtual. Muchos estudios recientes en la región muestran que las mujeres son los principales objetivos de la violencia política, y de la violencia virtual durante las campañas políticas, mientras ocupan cargos públicos, cuando participan en debates públicos y, particularmente, en contextos de alta polarización.
En el camino hacia la democracia de género en LAC todavía hay mucho por recorrer. Sin embargo, los líderes populistas y conservadores que a menudo cuestionan la integridad electoral y atacan las instituciones democráticas representativas, también promueven discursos antifeministas y misóginos, naturalizando y utilizando la violencia política de género. Como lo hiciera el ex -El presidente Bolsonaro en Brasil, o el nuevo gobierno en Argentina, el cual viene tomando medidas concretas para desmantelar logros que han tardado décadas en implementarse. Allí, hace pocas semanas se anunció la "prohibición" por instrucción presidencial, del uso del lenguaje inclusivo y el concepto de igualdad de género en todas las instituciones, documentos y presentaciones gubernamentales. Esto mientras eliminó la institución encargada de las políticas de género y ha tildado, agresivamente, las agendas de género como “ideología de género”. Es posible encontrar tendencias y discursos similares en otros líderes y movimientos de la región, incluyendo en El Salvador, donde su presidente anunció la prohibición de la “ideología de género” en los planes de estudio sin especificar lo que eso implicaba.
Lo que el periódico español El País ha identificado como una nueva cruzada de líderes latinoamericanos ultraderechistas en contra el feminismo, es constitutivo de procesos más amplios de deterioro democrático. No es sólo un ataque a los derechos de las mujeres sino un intento por revertir la expansión democrática en la representación, participación y el ejercicio de derechos. Su retórica de confrontación está aumentando la violencia virtual y física contra activistas y mujeres en la política en todas las esferas.
Los avances en representación y liderazgo que las mujeres latinoamericanas y caribeñas han conquistado no pueden darse por sentados. Requieren ser protegidos, apoyados y promovidos con innovación y nuevas estrategias. Este 8 de marzo es una ocasión para reflexionar sobre cómo el futuro de la igualdad está íntimamente ligado a la sobrevivencia y expansión de la democracia, y viceversa: la democracia debe garantizar la igualdad de género y la igualdad de género requiere una democracia que funcione para florecer.