La democracia bajo asalto: Necesidad de renovar el contrato social para revitalizarla
La democracia, a escala global, está bajo asalto. La mayoría de ellas sufren acoso, otras están estancadas y un tercer grupo se encuentra en claro retroceso (backslinding).
Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.
La mitad de los gobiernos democráticos del mundo están en declive mientras que los regímenes autoritarios aumentan y profundizan su represión. Consecuencia de ello, más de dos tercios de la población mundial vive ahora en democracias en retroceso o en regímenes híbridos y autoritarios. Esta es la principal conclusión que surge del reciente informe elaborado por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral: “Informe sobre el estado mundial de la democracia 2022 – Forjando contratos sociales en tiempos de descontento”, presentado el pasado miércoles 30 de noviembre en Estocolmo, Suecia.
Los datos del estudio de IDEA Internacional (el cuarto desde 2017) muestran que las democracias en muchos países no solo no mejoran su eficacia institucional para dar soluciones a la ciudadanía y canalizar sus demandas sino que deben enfrentar múltiples amenazas, tanto externas como internas.
Entre ellas, destacan, el socavamiento de los resultados electorales creíbles, restricciones a la libertades y derechos, ataques a la libertad de expresión, desilusión de los jóvenes con los partidos y lideres políticos tradicionales, elevados niveles de corrupción y el surgimiento de partidos y lideres populistas que polarizan de manera tóxica la política.
Este fenómeno es global: alcanza a Europa y EEUU, se da con mayor fuerza en Asia, África y el mundo árabe, y tiene su correlato en América Latina. Las cifras son contundentes: se ha doblado el número de naciones que caminan hacia el autoritarismo y casi la mitad de los 173 países estudiados en el Informe retroceden en, al menos, un atributo.
Tendencias
Del citado informe surgen cuatro tendencias principales:
1) En casi la mitad del mundo las democracias sufren procesos de erosión, deterioro o retroceso. De un total de 104 democracias que hay a nivel global, solo 14 (13,4%) están mejorando su calidad; 42 (40,4%) muestran cierta estabilidad; 37 (35,6%) se están deteriorando moderadamente; y 11 (10,6%) evidencian un deterioro significativo. A ello debemos sumarle el hecho de que la cantidad de personas que cree que la democracia es la mejor respuesta a los problemas ha disminuido durante el último quinquenio del 52,4% al 47,4%, agravado por el hecho de que un 52% ve en un gobierno fuerte y ajeno a la institucionalidad democrática una solución legítima a los problemas (frente al 38% que lo consideraba hace unos años).
2) El número de casos que registra un retroceso democrático está en su nivel más alto. Siete son los países que entran dentro de esta categoría: el Brasil de Bolsonaro, El Salvador de Bukele, Hungría y Polonia sufren un retroceso severo. En India, Mauricio y los Estados Unidos es -o ha sido- moderado.
3) Los autoritarismos a escala mundial siguen en aumento. El número de países que avanzan hacia el autoritarismo es más del doble del número de países que avanzan hacia la democracia. Por su parte, el 50% de las no-democracias son ahora más represivas y casi la mitad de todas las democracias —un total de 17 países— han sufrido erosión en los últimos cinco años y estos descensos afectan al 46% de las democracias de alto rendimiento.
4) El número de países que viven en democracia no ha aumentado. Las democracias se encuentran estancadas en cuanto a sus capacidades para profundizar sus estándares democráticos y dar respuestas a unas demandas ciudadanas que han crecido por las consecuencias de la pandemia de la Covid-19 y de la guerra en Ucrania. Ambos fenómenos han acrecentado las tensiones sociales previas (pobreza y desigualdad) así como las económicas (inflación y subida de los precios de la energía) y las instituciones democráticas no han logrado desarrollar respuestas a estos desafíos ni mecanismos innovadores ante estos nuevos retos.
Estado de la democracia en América Latina
América Latina no es ajena a esta tendencia global de declive. La situación de la democracia en la región se ha venido deteriorando progresivamente desde su mejor momento, entre 2006 y 2007, a la fecha. Por un lado, mientras hace 15 años solo Cuba era considerada como un régimen autoritario, actualmente tres países se sumaron como dictaduras: Nicaragua, Venezuela y Haití (este último convertido en estado fallido). Por el otro, un tercio de las democracias presentan declives en al menos tres atributos durante los últimos dos años, siendo Brasil, El Salvador, Bolivia y Guatemala los países con mayor erosión democrática.
El retroceso democrático en Brasil se aceleró y profundizó durante la presidencia de Bolsonaro como consecuencia de sus frecuentes e injustificados ataques a la justicia y, especialmente, a la autoridad electoral, sus denuncias infundadas de fraude electoral, y el uso desvirtuado de las redes sociales. El Salvador vive de la mano del presidente Bukele un proceso de creciente autoritarismo cuyas consecuencias -severo deterioro en materia de derechos humanos y libertad de expresión, debilitamiento del control parlamentario y pérdida de independencia judicial- han convertido al país en un régimen híbrido. Por su parte, Bolivia como Guatemala son democracias de baja calidad y con pronóstico reservado.
En México destacan los ataques dirigidos a debilitar los órganos autónomos, en especial a la autoridad electoral (INE) y el hostigamiento a periodistas y medios de comunicación de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador; en Perú la permanente inestabilidad política y los frecuentes choques entre el gobierno de Castillo la y oposición (acaba de dar inicio el tercer intento de vacar al presidente); mientras en Ecuador, además de la tensa situación política entre el presidente Lasso y la oposición, preocupan los brutales ataques del crimen organizado y de la narco violencia.
Asimismo, las democracias latinoamericanas se encuentran afectadas por nuevos desafíos, entre ellos, la irrupción de líderes populistas (de derecha e izquierda).
Líderes con discursos anti-política y anti-sistema y con desprecio hacia la institucionalidad democrática, procesos de híper polarización tóxica que afecta a la convivencia como se ha visto recientemente en Brasil, México, El Salvador, Bolivia y Argentina, incentivados en buena medida desde el mismo gobierno, campañas de desinformación que deterioran la institucionalidad, leyes restrictivas, acoso a la libertad de expresión y persecución a periodistas, y ataques a las cortes de justicia y organismos electorales.
Todo ello dentro de un contexto caracterizado por la caída del apoyo a la democracia, aumento de la indiferencia entre un régimen democrático y uno autoritario, y descontento en alza alimentado por los efectos de la pandemia, el incremento de la pobreza y la desigualdad, la inseguridad y la corrupción. Un malestar que ha provocado que el número de protestas (con participación de más de 10 mil personas) se haya casi doblado entre 2013-16 (cuando hubo 44) a 2017-2020 (77). Además, este malestar ciudadano, que en 2019 y 2021 desembocó en una oleada de protestas a escala regional, se ha canalizado en las urnas a través del voto de protesta: entre 2019 y 2022, en todas las elecciones presidenciales (15 en total) ha ganado la oposición, salvo en la farsa electoral nicaragüense.
Un nuevo contrato social
Pese a la complejidad de este preocupante cuadro global y regional, no todo es negativo. Hay numerosos ejemplos, en muchas partes del mundo y en nuestra región, que muestran la resiliencia democrática y permiten tener esperanza. En algunos países, las personas se están uniendo en formas innovadoras para renegociar los términos de los contratos sociales, presionando a sus gobiernos para que cumplan con las demandas del siglo XXI. En otros, los ciudadanos se están organizando con éxito fuera de las estructuras tradicionales de los partidos, especialmente los jóvenes, para hacer oír y exigir sus demandas, desde las protestas en favor del medio ambiente hasta aquellas en favor de los derechos de las mujeres o de los pueblos originarios.
A lo anterior cabe agregar, como destaca Luis Bassets, que la autocracia últimamente cotiza a la baja, como lo demuestran, entre otros hechos, las dificultades que atraviesan los dictadores de Rusia, Irán y China , el reflujo del trumpismo en EEUU y la derrota de Bolsonaro en Brasil.
De ahí la importancia de evitar caer en un pesimismo paralizante. Todo lo contrario. Hoy más que nunca es tiempo de actuar con sentido de urgencia y firme compromiso, de salir en defensa de la democracia, de protegerla, repensarla y fortalecerla.
Como bien apunta el secretario general de IDEA Internacional, Kevin Casas-Zamora, “Nunca ha habido tanta urgencia para que las democracias respondan, para mostrar a sus ciudadanos que pueden forjar contratos sociales nuevos e innovadores que unen a las personas en lugar de dividirlas”.
En este sentido, el informe de IDEA propone como vía principal para evitar el deterioro persistente de las democracias, renegociar el contrato social y adaptarlo a los retos del siglo XXI para que sea capaz de revigorizar las democracias, dotándolas de mayor cohesión social y de una gobernanza con capacidad de dar respuesta a las nuevas demandas ciudadanas. Para ello es preciso acompañar a la democracia de buen gobierno, unido a un Estado moderno, robusto y estratégico, con capacidad de ofrecer resultados concretos y oportunos a los problemas reales de la gente.
La renegociación del contrato social debe complementarse con una nueva agenda dirigida a repensar la democracia, revalorizar la política, acelerar la innovación política-institucional, fortalecer los mecanismos de participación y deliberación ciudadana e incorporar de manera inteligente las nuevas tecnologías digitales al ámbito político, con el objetivo de recuperar la confianza ciudadana en la política, sus líderes e instituciones. La amenaza es real. No hay tiempo que perder.
Este artículo fue cedido para ser publicado en Café Semanal Latam.