El financiamiento de la política: la caja negra de nuestras democracias

Aclaración: Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de su autor e independientes de intereses nacionales o políticos particulares. Además, estas opiniones no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

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SAN JOSÉ — En 1932, James Kerr Pollock inició su estudio clásico sobre el financiamiento de campañas electorales con una advertencia: “La relación entre dinero y política se ha convertido en uno de los grandes problemas del gobierno democrático”. En el libro, llama a la opinión pública a darse cuenta de que “una vida política saludable no es posible si el uso del dinero no está sujeto a limitaciones”. Las nueve décadas desde entonces han confirmado la clarividencia de Pollock. La financiación de la política se ha convertido en una amenaza permanente para la integridad y la calidad de la democracia en todas partes del mundo. Así es en América Latina. La experiencia reciente en la región ofrece lecciones importantes sobre la urgencia de enfrentar este desafío y los límites de la ley para hacerlo.

En últimos cinco años, América Latina ha sido sacudida por sucesivos escándalos de corrupción, en su mayoría relacionados con el financiamiento de campañas. Así fue con la Operación Lava Jato en Brasil, donde el monumental desfalco de Petrobras terminó alimentando las arcas de casi todos los partidos políticos. Fue así también con el saqueo del Instituto Hondureño de Seguridad Social... 

Parte de este artículo fue publicado originalmente en The New York Times.