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Análisis de las elecciones en Paraguay 2023

En abril de 2023, Paraguay celebró su octava elección presidencial consecutiva desde 1989, tras el derrocamiento de la extensa dictadura de Alfredo Stroessner, que sumó tardíamente al país a la tercera ola de la democracia.

Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

 

El dato llamativo fue la victoria de Santiago Peña del oficialista Partido Colorado, pues implicó la séptima victoria en ocho justas, un récord del que ningún otro partido latinoamericano puede prevalecerse, tanto más que se produjo en un contexto regional muy adverso para el éxito electoral de los gobiernos.

En uno de los últimos bipartidismos históricos vigentes en la región, la victoria de Peña se construyó sobre fortalezas intrínsecas del Partido Colorado y fragilidades de la oposición, a pesar de un ambiente que difícilmente podía considerarse auspicioso para conservar el mando.

En efecto, el país atravesó una racha económica mediocre y de altibajos, lastrada por la recesión de la pandemia, un rebote insuficiente y temporadas de sequía que penalizaron las cruciales actividades y exportaciones agroganaderas. Ese deterioro afectó las variables sociales, que se estancaron o retrocedieron. La consecuencia fue una insatisfacción con el gobierno del colorado Mario Abdo y, de manera más amplia, el malestar acentuado con el funcionamiento de la democracia, tanto más que se extendió el sentimiento de que prevalece una extendida corrupción e impunidad. Varios de estos factores son comunes en América Latina y explican las dificultades de los oficialismos; en Paraguay se añadió, de manera específica, un lote de sanciones de Estados Unidos contra dirigentes colorados por “corrupción significativa”, incluyendo a Horacio Cartes, jefe del partido y de su facción mayoritaria, expresidente de la República y uno de los hombres más ricos del país.

Con el viento en contra, el Partido Colorado logró una victoria nítida, la primera de un oficialismo latinoamericano desde el inicio de la pandemia (si se exceptúa la reelección de Daniel Ortega en Nicaragua, fuera de cualquier parámetro democrático). Peña reunió 42.7% de los sufragios. Si bien sufrió una merma con respecto a la elección presidencial precedente (-6.2 puntos), guardó la pieza clave: la lealtad de la base partidaria, capaz de una movilización cohesionada, por sobre las diferencias internas, aunque de limitada capacidad de expansión fuera de ese círculo. En 2018, Abdo ganó con 1.2 millones de votos, cantidad similar a la registrada en las primarias coloradas de 2022 y apenas inferior al casi 1.3 millones que bordeó Peña, en una presidencial con una concurrencia ligeramente mayor a la previa. El Partido Colorado retuvo la presidencia gracias a una densa presencia territorial, apoyos que cubren el arco social, una mayor disposición de recursos y un esquema afinado para asegurar la asistencia en la jornada de votación. 

Empero, esa victoria y la mayor diferencia con respecto al principal contendiente en tres décadas (15.3 puntos), no se comprende sin los tropiezos de la oposición. Los electores que no eligieron al oficialismo se dividieron. Efraín Alegre comandó la Concertación, una coalición amplia aglutinada alrededor del tradicional Partido Liberal, con partidos de derecha e izquierda, cuyo eje de campaña fue la alternancia. Reunió 27.4% de los votos, uno de los desempeños más bajos de la oposición. La heterogénea coalición no consiguió ir mucho más allá de su cosecha en las primarias de 2022: en esa oportunidad reunió aproximadamente 0.6 millones y quedó en 0.8 en los comicios presidenciales.

Esa alianza fracasó en resolver el reto que le planteó Paraguayo Cubas, un outsider sin aparato y sin estructura. Su mensaje antisistema, un estilo provocador, incluso agresivo, contrastó en una campaña que transcurrió fría, sin debates entre los punteros y pocas ofertas concretas. Recostado sobre las redes sociales -y una mano de los medios afines al oficialismo-, Cubas acaparó la atención. Se colocó tercero (22.9%). Su porcentaje confirmó, por un lado, el papel crecientemente decisivo de las redes para impulsar candidaturas de bajo perfil inicial -como la de Rodolfo Hernández en Colombia en 2022- o, ya simplemente como principal arena de las campañas, y, por otro lado, la insatisfacción de una franja considerable del electorado con la paleta tradicional.

Peña llega a la presidencia con cifras de gobernabilidad que lucen, de entrada, favorables, gracias a la mayoría absoluta en el Senado, la Cámara de Diputados y 15 de las 17 gobernaciones.

Al frente, la oposición clásica requerirá curar heridas y enfrentar una dificultosa reconstrucción de liderazgos, en tanto que Cubas tendrá que hallar fórmulas para implantarse de manera durable en el escenario político. Por su parte, Peña deberá lidiar con el rápido desgaste que sufren los presidentes en la región, en su caso, tal vez limitado por las escasas promesas de campaña y la expectativa de cambios modestos en un modelo marcado por la continuidad. Sobre todo, necesitará encontrar un estilo propio y definir los términos de su relación con el jefe de su corriente, Cartes. Por primera vez en el siglo XXI, el presidente colorado no es simultáneamente el conductor del partido. Un reto no menor para el presidente más joven de la democracia paraguaya.       

 

Este artículo fue cedido para ser publicado en Café Semanal Latam.

 

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Acerca de los autores

Salvador Ignacio Romero Ballivián
Head of Programme, Paraguay
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