El voto de enojo en tiempos de fatiga democrática
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Durante 2019 tendrá lugar la tercera y última etapa del súper ciclo electoral: una maratón de seis elecciones presidenciales. Al cierre de la misma, a fines de este año, 15 de los 18 países de la región habrán celebrado sus elecciones presidenciales en un período de sólo 36 meses.
Este rally electoral tiene lugar en un contexto económico, social y político caracterizado por alta incertidumbre, volatilidad, polarización y tendencias populistas. El crecimiento económico regional será mediocre: 1.3% según el FMI, pero con diversidad de situaciones entre los países. La pobreza se mantendrá alrededor del 30%, la disminución de la desigualdad permanecerá estancada y el mercado laboral continuará siendo incapaz de generar los empleos de calidad que la región necesita.
Todas las encuestas ponen de manifiesto el sentimiento de fatiga democrática que recorre a América Latina, justo cuando se celebran los 40 años del inicio de la Tercera Ola democrática (1978-1979). Los datos del Latinobarómetro 2018 evidencian la crisis de la mediana edad que atraviesa la democracia latinoamericana: el apoyo a la democracia cayó al 48%; la indiferencia entre democracia y autoritarismo subió al 28%; la insatisfacción con la democracia trepó del 51 al 71%; mientras que la satisfacción cayó del 44 al 24%.
El calendario electoral 2019 se desagrega en dos etapas: tres elecciones en Centroamérica, durante el primer semestre, y otras tres en América del Sur, durante el mes de octubre.
En la elección presidencial salvadoreña del 3 de febrero, el joven candidato anti-establishment, Nayib Bukele, obtuvo una victoria cómoda en la primera vuelta, infligiéndole una dura derrota al bipartidismo salvadoreño. Pese a su holgado triunfo, Bukele tendrá que hacer frente a una agenda cargada de desafíos, entre ellos, garantizar la gobernabilidad teniendo minoría en el Congreso.
En las elecciones panameñas del pasado 5 de mayo, Laurentino Cortizo (Partido Revolucionario Democrático) obtuvo un estrecho triunfo frente a Rómulo Roux (Cambio Democrático). Como viene ocurriendo desde 1989, habrá alternancia. La diferencia con el pasado reciente, estriba en que el PRD (de centro izquierda) tendrá mayoría en la Asamblea Nacional gracias a su alianza con su socio MOLIRENA.
La primera vuelta de las elecciones guatemaltecas tuvo lugar el 16 de junio; proceso electoral que se caracterizó por un alto nivel de incertidumbre, marcada fragmentación y excesiva judicialización. De las tres candidatas que se encontraban mejor posicionadas en las encuestas: Zuri Rios, la ex fiscal Thelma Aldana y la ex primera dama Sandra Torres, únicamente esta última siguió en pie, mientras que las candidaturas de las dos primeras fueron denegadas por la Corte de Constitucionalidad. Torres (UNE), si bien ganó la primera vuelta con el 25% de los votos, al no haber alcanzado la mayoría absoluta, deberá disputar un balotaje con Alejandro Giammattei (VAMOS), que quedó ubicado en el segundo lugar con el 13%, el próximo 11 de agosto. Por su parte el Congreso sí quedó integrado en la primera vuelta, presentando un alto grado de fragmentación, con aproximadamente entre 17 y 20 fuerzas políticas en su seno. El partido de Torres, si bien obtuvo el mayor número de bancas, ligeramente por encima de 50 de un total de 160, no tendrá mayor propia.
Por su parte, las tres elecciones sudamericanas también se caracterizan por un alto nivel de incertidumbre.
El 20 de octubre, el presidente Morales buscará su cuarto mandato consecutivo. La derrota sufrida por Evo en el referéndum del 21 de febrero de 2016 le había cerrado la posibilidad de buscar una nueva postulación. Sin embargo, Morales forzó la Constitución y con la ayuda de la justicia (bajo su influencia) logró que lo habilitaran a buscar un nuevo mandato. Las últimas encuestas dan una leve ventaja a Evo sobre el ex presidente Carlos Mesa, principal candidato opositor. Tras 13 años de gobierno de Evo, la oposición tiene posibilidades de llegar al poder, siempre y cuando logre unirse y sepa conquistar el voto de los indecisos, quienes por su alto número son los que determinarán el resultado final.
En Argentina, las elecciones del 27 de octubre tendrán lugar en un contexto de crisis económica y alta volatilidad. De momento, las encuestas dan cuenta de una reñida disputa entre las fórmulas que lideran el presidente Mauricio Macri y Miguel Angel Picheto y el binomio encabezado por Alberto Fernández y la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (en calidad de vice). La marcada polarización y preminencia del voto “anti” (anti-kirchnerismo o anti-Macri), probablemente dejará poco espacio a otras fuerzas políticas. Lo cierto es que la campaña se “peronizó”: cinco de los seis candidatos de las tres principales fórmulas son peronistas. A cuatro meses de la primera vuelta, todos los escenarios están abiertos, incluso la integración definitiva de las fórmulas, las cuales quedarán oficializadas el 22 de junio y serán confirmadas en las elecciones primarias del 11 de agosto. Tampoco está claro si a la hora de votar, el miedo (frente a un eventual regreso del kirchnerismo) superará a la decepción (debido al mediocre gobierno de Macri) o si será a la inversa. La única certeza es que la gobernabilidad será el gran desafío del nuevo presidente, ya que quien resulte electo no contará con mayoría propia en el Congreso.
El mismo 27 de octubre, los uruguayos celebrarán las elecciones generales más inciertas y competitivas desde 1989. El Frente Amplio acusa un importante nivel de desgaste tras 3 períodos consecutivos de gobierno, una economía en problemas y no cuenta con ninguna de sus dos figuras principales para disputar la presidencia: Mujica y Vázquez. Los candidatos actualmente mejor posicionados, que deberán ser confirmados en las elecciones internas del próximo 30 de junio son: Daniel Martínez (Frente Amplio), Luis Alberto Lacalle Pou (Blanco) y Julio María Sanguinetti y Ernesto Talvi (Colorado). Todo pareciera indicar que habrá necesidad de ir a un balotaje y que el nuevo mandatario no tendrá mayoría propia.
Balance: los resultados de estas elecciones definirán la dirección e intensidad del cambio político que vive la región, profundizando el giro hacia la centro derecha, o bien, manteniendo la actual heterogeneidad ideológica; el voto de enojo seguirá presente al igual que altos niveles de incertidumbre y polarización; los sectores de clase media continuarán jugando un papel clave a la hora de definir los resultados; las redes sociales aumentarán su relevancia, presentando importantes desafíos a la hora de combatir las noticias falsas y la desinformación. Los nuevos presidentes tendrán que aprender a escuchar mejor a sus ciudadanos, recuperar la confianza en la política y ofrecer resultados rápidos y efectivos a las crecientes demandas ciudadanas. Caso contrario, como ya observamos en varios países de la región, la frustración ciudadana podría gatillar una acelerada pérdida de apoyo popular, un aumento del divorcio entre políticos y ciudadanía, una mayor desafección política y una gobernabilidad compleja, en un ambiente de crisis y de fatiga democrática, con elevados niveles de pobreza, corrupción y violencia.