En los últimos diez años, la economía peruana ha crecido a las mayores tasas de la región, ha logrado reducir de forma importante los niveles de pobreza y también los niveles de desigualdad. Este panorama sin duda positivo, contrasta con un malestar ciudadano, el más generalizado y persistente de la región, con el funcionamiento de la economía y con el desempeño de la democracia en el país.

¿Cómo se explican estas contradicciones? ¿Cuáles son las perspectivas de sostenibilidad de un proceso de desarrollo en el que la fortaleza de la economía contrasta con la debilidad de la política –y de los actores políticos? ¿Dónde el fortalecimiento del mercado coexiste con el debilitamiento de la capacidad reguladora e integradora del Estado?

Si en unos países la “fortaleza institucional” ha sido la clave de la sostenibilidad del desarrollo, y el “regreso del Estado” en su versión neo-desarrollista es un dato central en países como Brasil, ¿puede el Perú seguir evitando una reflexión profunda sobre el rol del Estado y de las instituciones políticas en el desarrollo? ¿Más aun navegando en medio de las aguas turbulentas de una crisis financiera y económica internacional de evolución e impactos aún inciertos?