Votar no es elegir: el 26 de marzo en Cuba
Tal parece que desde la consolidación en el poder de la Revolución de 1959 y después de los tensos años de Guerra Fría (especialmente en la década de los sesenta con la invasión a Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles), el mundo ha dado por sentado que el sistema político de Cuba—y el país mismo—son estáticos. Sin embargo, desarrollos recientes apuntan a un mayor dinamismo. Las protestas en decenas de ciudades en 2021 (las más grandes en el país desde el Maleconazo de 1994), las manifestaciones cada vez más cotidianas en 2022 y el aumento en el abstencionismo son ejemplos de ello.
El 26 de marzo, más de 8 millones de cubanas y cubanos podrán votar para renovar los 470 escaños de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Esta Asamblea es el ‘órgano supremo del poder del Estado’ y a ella se subordinan las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. La Asamblea se encarga de elegir al presidente de la República, al Consejo de Estado, al Tribunal Supremo y a la Fiscalía General de la República, entre otros. La importancia de esta elección es clara: un cambio aquí decididamente debería influir en las políticas públicas y la vida en la isla. Ahora bien, ¿serán estas elecciones una oportunidad para que el pueblo cubano exprese su descontento, inquietudes e intereses?
En Cuba la ley establece el derecho a la participación, incluso ‘con independencia de la opinión política que se tenga’. Sin embargo, en la práctica el pueblo no puede participar ni elegir libremente a sus representantes. Sólo existe un partido político—el Partido Comunista Cubano (PCC)—quien controla los procesos electorales, al órgano electoral y las candidaturas, entre muchos otros sectores e instituciones. La oposición está penalizada. Tampoco se pueden realizar campañas electorales donde se contrasten ideas y planes de gobierno y no existe competencia entre candidatas y candidatos. Esto, de acuerdo al discurso oficial, resulta en una democracia auténtica donde el pueblo puede elegir directamente y donde se evita que oscuros intereses privados entren en la política. Desafortunadamente, esta afirmación se encuentra muy alejada de la realidad.
Dos casos ejemplifican bien el control monolítico del PCC, único elector real. Primero, aunque en teoría es el electorado quien postula candidatos ‘en asambleas públicas en acto libre’, el PCC controla el proceso. Las Comisiones de Candidaturas se integran por representantes de diversas organizaciones, entre las que se encuentran la Central de Trabajadores de Cuba, los Comités de Defensa de la Revolución y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, entre otras. Todas estas son controladas por el PCC. Segundo, aunque los miembros del Consejo Nacional Electoral (21 en total) son ratificados por la ANPP, es el PCC quien detenta todos los escaños de esta.
Para muestra un botón. Este domingo se “elegirán” 470 escaños y para ellos habrá nada más y nada menos que 470 candidatos, el mismo número que escaños disponibles. Esto -la inexistencia de partidos y competencia- se denomina voto unido o voto de la unidad y se ha utilizado, desde tiempos de Fidel Castro, como excusa soberana para mantener al país en dictadura. Así, en Cuba ‘acudir a las urnas’ no es sinónimo de libertad, sino que en este caso el verbo se reduce a su acepción mínima de asistir.
Los datos de los índices globales del Estado de la Democracia de IDEA Internacional confirman lo anterior. Para ser democracia se requiere, cuando menos, de elecciones libres y competitivas donde participe más de un partido político y haya la posibilidad de ganar, pero también (y especialmente) de perder. Esto se traduce en cuatro indicadores: elecciones limpias, partidos políticos libres, sufragio universal y gobierno electo. En Cuba, como lo muestra la gráfica, todos estos indicadores se encuentran en niveles bajos. Esto, con la excepción de sufragio universal que desafortunadamente pierde todo su contenido ante la falta de competencia en el país.
Gráfica 1. Gobierno Representativo en Cuba, 2021.
Es precisamente por esta falta de opciones, que la ciudadanía crecientemente se ha abstenido. En las elecciones municipales de 2021, 31.5% de los cubanos optó por no votar. Muy distantes quedan las tasas de participación superiores al 95% en tiempos de Fidel Castro. Cuando votar no es lo mismo que elegir y cuando las papeletas son sólo papeles sin contenido, se acaba votando con los pies o absteniéndose. Esperamos que se mantenga la presión sobre el régimen, y que en estas “elecciones”, el pueblo vuelva a quedarse en casa. Este 26 de marzo, abstenerse es votar.
Como bien refiere Transparencia Electoral en su estudio sobre las elecciones a la ANPP, en Cuba se vota, pero no se elige.