El pasado 19 de junio casi 20 millones de colombianas y colombianos acudieron a las urnas para votar un cambio. Esto era claro, pues ninguno de los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta pertenecía a los partidos tradicionales del país. Por un lado, Gustavo Petro, de Colombia Humana, es un líder de izquierda que en su juventud militó en la guerrilla M-19; por otro, Rodolfo Hernández, de la Liga Anticorrupción, es un ingeniero civil y empresario sin militancia política. La tradicional centro derecha colombiana quedó relegada, y la ciudadanía eligió por primera vez a un candidato de izquierda como presidente (Petro, con 50.44% de los votos).
Este deseo de cambio no debe sorprendernos. Colombia es uno de los países más desiguales de la región, solo detrás de Brasil y Guatemala, con un coeficiente de Gini de 0.523, y una alta tasa de pobreza monetaria (39.3% de la población). Ante este contexto, en 2019 el presidente Iván Duque anunció un paquete económico con reformas laborales y de pensiones, que desencadenó fuertes movilizaciones. Primero encabezadas por sindicatos inconformes, las protestas pronto evolucionaron a un movimiento de insatisfacción profunda con participación de diversos sectores del país. Por si fuera poco, la pandemia de Covid-19 agregó a esto devastadoras consecuencias de salud y socio-económicas. El resultado electoral descrito anteriormente refleja este descontento.
Colombia no es la excepción. Entre 2018 y 2022 casi 300 millones de latinoamericanos han acudido a las urnas para elegir un nuevo o nueva presidente[1]. En 2018 se acudió a las urnas en seis países (Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay y Venezuela); en 2019 en seis más (Argentina, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Panamá y Uruguay); en 2020 se repitió la elección en Bolivia; en 2021 se votó en cinco naciones Chile, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Perú. En 2022 se han celebrado, a la fecha elecciones en Costa Rica y Colombia. En casi todas, la ciudadanía ha buscado un cambio: el 78.94% de las elecciones libres de la región ha traído la derrota del oficialismo (Tabla y mapa a continuación).
Tabla 1. América Latina, elecciones presidenciales y cambio de partido en el gobierno, 2018-2022
Mapa 1. América Latina, elecciones presidenciales y cambio de partido en el gobierno, 2018-2022
Esto tampoco debe sorprendernos. América Latina tiene elevados niveles de pobreza. En 2019, el 30,8% de la población se colocaba debajo de la línea de pobreza y 11,5% vivía en pobreza extrema y se mantiene como la región más desigual del mundo. La región es también la más violenta del mundo. El Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca que mientras la región apenas alberga a 9 % de la población mundial, registra el 34% del total de muertes violentas. A esto se suman cientos de escándalos de corrupción como los ‘Cuadernos de Coimas’ en Argentina, el ‘Lava Jato’ en Brasil, ‘La Línea’ en Guatemala y las Casas ‘Blanca’ y ‘Gris’ en México, entre otros. Ante este panorama, no causa asombro la alta tasa de derrota del oficialismo en el continente.
El reto, sin embargo, no sólo consiste en votar alternativas, sino en que estas alternativas cumplan con las expectativas expresadas en las urnas. Estos nuevos gobiernos deben entregar resultados en educación, medio ambiente, seguridad social, empleo, pobreza y seguridad pública -y de preferencia hacerlo rápidamente-. Esto es relevante para Colombia y los nuevos gobiernos en toda la región, pero también para la Constituyente Chilena, donde están puestos los ojos de toda la región. De lo contrario, el descontento se profundizará, pudiendo traer opciones autoritarias que, con diagnósticos y propuestas sencillas, desde el poder desmantelen el edificio democrático. Ejemplos ya existen. La democracia que tanto nos costó lograr está en juego y una forma de salvarla es escuchar y cumplirle al electorado.
En Colombia, el presidente electo tiene retos mayúsculos, desde un país dividido, altos índices de violencia, pobreza, desigualdad y las secuelas de la pandemia. Ante esto, Petro tiene clara la necesidad de emprender reformas y sabe que estas le costaron al actual presidente Iván Duque una sublevación social. Sin embargo, esto también parece ser muy claro para Petro: “si yo fallo, vienen las tinieblas que arrasarán con todo; yo no puedo fallar”. Y para estas reformas necesarias, en Colombia y la región, recordemos que la democracia no es un obstáculo, sino nuestra aliada fundamental.
[1] Estimación del autor a partir de participación electoral por país. En casos de elecciones con segunda vuelta, se tomó el dato de la ronda con participación más alta.
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